Ha sido un gran bullicio en las costas de Cerdeña, una explosión de vida y animación. Ahora debuta el mar más seductor, y será un final de temporada sensacional. Una vez pasados los días de calor y congestión del verano, las playas, calas e islotes se pueden disfrutar de nuevo en silencio, desde el amanecer hasta el atardecer, al sol y en el agua, tan caliente como en pleno verano. Y ahora sólo sentirás las olas rompiendo en la orilla y el vibrado sonido de las cigarras posadas entre los matorrales de enebro y mirto. No deja escapatoria la feliz combinación de toques tropicales y áspera autenticidad mediterránea, llega al alma el extraordinario mar de Cerdeña en otoño.
Una misteriosa atmósfera rodea los complejos mineros de Arbus y Guspini, entre los que se destaca el pueblo fantasma Ingurtosu y la mina Montevecchio, la ex mina Malfidano de Buggerru y la aldea minera Nebida (Iglesias). Siempre en el Sulcis no deben perderse las bellezas de Santadi, Villamassargia y Sant’Anna Arresi, cuyo nombre deriva de las dos iglesias dedicadas a la santa y del nuraga Arresi, núcleo fundacional del pueblo. En la zona media y baja de Campidano se han previsto muchos fines de semana de «abertura de monumentos’: bellezas naturales, iglesias y bienes arqueológicos de Gonnosfanadiga, Nuraminis, Samatzai, Serramanna, Uras, Villamar y Pabillonis, el pueblo de is pingiadas (ollas). Dentro de la misma zona, se pueden apreciar los murales de San Gavino. La Marmilla, tierra de la Giara, de nuragas y tumbas de Gigantes, se ve representada por Lunamatrona. Descendiendo hacia el sur de Campidano destacan los edificios históricos y medievales de Sestu (San Salvatore), Selargius (San Giuliano y San Lussorio), Settimo san Pietro y Monserrato (Sant’Ambrogio), ciudad de gran tradición vitivinícola, la herencia romana de Ussana, las prehistóricas de Quartucciu y la aldea-museo San Sperate. En Quartu sant’Elena se muestra la ex sede de actividades comerciales históricas y casas-museo del novecientos de Campidano.