Cuando en 1965 el ayuntamiento de Nuoro encargó a Costantino Nivola el diseño de un monumento a Sebastiano Satta, el escultor, recién llegado de su experiencia americana en contacto con arquitectos como Le Corbusier y Saarinen, pensó en recuperar el mundo arcaico y pastoril. Partió de la personalidad del poeta, encarnada e interpretada por pequeñas figuras de terracota (más tarde bronce en la versión definitiva) en distintas actitudes y diferentes momentos de la vida.
La plaza del centro histórico fue creada por Nivola en 1967. Tras pintar los edificios de blanco y cubrir el suelo con losas cuadradas, distribuyó grandes bloques de granito en estado natural, en los que colocó las estatuillas. El resultado es un conjunto ambiental que, precisamente del contraste entre la intervención del escultor y la modesta arquitectura de los siglos XVIII-XIX (incluida la casa natal de Satta), extrae carácter y valor urbanístico. El artista creó un lugar para vivir, más que para contemplar, en un espacio irregular, obtenido también por la demolición de varios bloques de pisos. Las piedras con cavidades protectoras para las estatuillas contrastan con la geometría de la superficie de paso en un resultado casi metafísico.
La plaza Satta sirve de enlace entre el barrio histórico de Santu Pedru y el área del siglo XIX hacia los Jardines y la catedral de Santa Maria della Neve. No tiene un punto de vista privilegiado, pero desde cualquier punto que se llegue a la plaza, hay una perspectiva diferente desde la que podrás observar. Hay claras referencias a los arreglos paisajísticos de Isamu Noguchi, activo en Estados Unidos en esos años, en una perspectiva que abandona los aspectos retóricos monumentales para integrarse en una meditada apelación al genius loci.