En los pueblos de piedra de Tonara, Desulo y Aritzo, en busca de los obradores artesanales de turrón, donde los perfumes y los secretos de antaño se transmiten de generación en generación
El turrón sardo es reconocido por muchos admiradores por su calidad y autenticidad de ingredientes. Es uno de los dulces más comunes en esta zona de la Cerdeña, y es habitual encontrarlo en las fiestas de pueblos, en el típico banquete del "torronaio".
Recorrido: 30 km
Tiempo de viaje en coche: 41 min
Es el pueblo del turrón, el que más produce de toda Cerdeña. Situado en Barbagia, se asienta en la vertiente occidental del Gennergentu y está rodeado de bosques de nogales y castaños. Surge de agregar varios pueblos caracterizados por sus antiguas casas de piedra con típicos balcones de madera. El turrón de Tonara se elabora con miel, frutos secos y clara de huevo. Cada año, el Lunes de Pascua, se celebra una fiesta dedicada al turrón durante la cual es posible saborear este exquisito dulce.
Un típico pueblo de montaña situado en la vertiente occidental del macizo de Gennargentu. Merece una visita el museo etnográfico Casa Montanaru, casa del poeta lírico en lengua sarda Antioco Casula. En el pueblo se conservan algunas tradiciones, como la talla de madera, la tejedura de herbaje (tela de lana gruesa e impermeable) y la elaboración de cuero. Entre octubre y noviembre, se celebra la fiesta ‘La Montagna produce’, durante la cual es posible pasear a caballo por la zona y degustar el típico turrón de miel de madroño y castaño.
Centro turístico de montaña de Cerdeña, se encuentra a 800 metros sobre el nivel del mar. El pueblo se caracteriza por sus antiguas casas de piedra y en él todavía se conservan los edificios que albergaron las prisiones españolas. El Museo de la Montaña Sarda muestra objetos de la cultura agrícola y pastoril del pueblo. En los alrededores surgen exuberantes bosques de encinas, robles pubescentes y castaños. Cerca del pueblo es posible admirar el monumento natural su Texile, formación calcárea en forma de tacón. La creatividad de sus habitantes encuentra su máxima expresión en los dulces y, concretamente, en el tradicional turrón de nueces y avellanas y en la famosa carapigna, un sorbete de limón elaborado según métodos tradicionales.