Atmósfera empapada de pasión y devoción. Escenario austero, al mismo tiempo cautivador, coloreado y embriagador. En Sassari es el evento por excelencia, es la Festha Manna. Es tiempo de valores auténticos y de identidad, de expresiones de la comunidad y de la tradición. Es el momento de la Faradda di li Candareri, El Descenso de los Candeleros, una procesión danzante de grandes columnas de madera, cirios votivos y simbólicos, que avanza por las calles históricas de la ciudad, desde plaza Castello, a lo largo de la avenida Vittorio Emanuele, hasta la iglesia de Santa Maria di Betlem. Desde el 2013 se ha introducido en el patrimonio oral e inmaterial de la humanidad de la Unesco. En mitad del verano, podrás unir a tu descanso en las espléndidas playas noroccidentales de la isla, un momento cultural ‘alternativo’, al descubrimiento del encanto de las tradiciones sardas.
Desde hace cinco siglos, todos los años, la Faradda renueva el voto a la Virgen de la Asunción. El origen se remonta en Pisa, de la que Sassari era colonia. Las primeras celebraciones se remontan al siglo XIII con la oferta de las velas a la virgen de mitad de agosto por parte de las corporaciones de oficios de la ciudad. El primer testimonio documental es del 1504. A la tradición ofrecida se añadió un valor más profundo del voto a la Virgen que con su intercesión puso fin a una epidemia de peste. Según el historiador sassarese Enrico Costa, la institución de la fiesta con este significado es del 1528. Después la celebración se quedó ‘incontaminada’ durante cinco siglos, enriqueciéndose durante años de fasto y espíritu goliardesco. Son casi diez los grandes cirios, cada uno representa un gremio, y por lo tanto una corporación: zapateros, campesinos, herreros, carpinteros, carniceros, capataces, albañiles, hortelanos, picapedreros, sastres y viandantes.
Las grandes columnas de madera las llevan en los hombros “los gremiantes”, acompañados por el ritmo insistente de flautas y tambores. El rito se termina con la disolución del voto dentro de Santa Maria di Betlem, donde los gremios giran tres veces cada Candelero en honor de la Virgen. El candelero es un gran cilindro de madera de peso de unos cuatro quintales, formado por tres partes: el pedestal, base cuadrangular en la cual se introducen las varas que sirven para transportarlo, el pie cilíndrico de tres metros de altura, en el cual está representada la imagen del santo patrón o de la Virgen, y el capital, de cuatro o seis caras, con representaciones de santos protectores y símbolos del oficio. En el candelero de los sastres el capitel es un brasero. En la parte superior, un anillo de veletas de brocado forma una corona. La columna está decorada con flores de adelfa y ramas de sauce, el capitel con guirnaldas coloreadas. En su base se fijan los vetti, cintas de seda multicolor con una longitud de cuarenta metros. Agarrados por la mano de los jóvenes del gremio durante la bajada y tensados como rayos durante el baile del cirio, crean un fascinante efecto escénico.
Sentida y esperada todo el año, la fiesta inicia oficialmente el 4 de agosto con el “descenso de los pequeños Candeleros”, el 9 toca a los ‘medianos Candeleros”. La noche del 12, los nativos de Sassari emigrados al extranjero o a la península italiana y que vuelven a la ciudad para Ferragosto son premiados con El Candelero de Oro (asignado al oriundo de Sassari que vive en el extranjero desde hace más tiempo) y con el Candelero de Plata (asignado a quien se ha trasladado a otro lugar en Italia). El día siguiente es el turno del concierto para los Candeleros. El 14 es el momento culminante de la Faradda: en las primeras horas de la mañana, tiene lugar la toma de los cirios en casa del obriere (presidente del gremio) y en la sedes de los diferentes gremios, cada una con el propio estandarte (a la cual podrás asistir acompañado de guías). Es un momento sugestivo: los gremiantes dan un alma a la madera, adornándola con cuidado y devoción. La procesión sale por la tarde. A lo largo del recorrido, la multitud asiste y participa, siguiendo el ritmo de los tambores, el cruce de los vetti y la andadura ondeante, en hábitos antiguos.