Un pueblo en el centro de Cerdeña cobra vida y se llena de fieles dos veces al año, en mayo y octubre, y el resto del año añade una atmósfera de misticismo y sacralidad a un lugar de por sí mágico, donde los ritos del culto al agua se celebran desde hace miles de años. La iglesia de Santa Cristina y su pintoresco novenario, compuesto de 36 muristenes (alojamientos para peregrinos), se encuentran dentro del parque arqueológico y natural de santa Cristina, en el territorio de Paulilatino a unos cuatro kilómetros del poblado. El encanto que emana del santuario reside en la combinación de testimonios nurágicos, medievales y modernos en un lugar que ha seguido siendo zona de culto y devoción durante milenios.
La iglesia ha sufrido numerosas reconstrucciones que no permiten reconstruir su aspecto original. Probablemente se construyó originalmente en estilo románico, del que quedan vestigios en las partes más antiguas a lo largo de los muros perimetrales. La planta es de una sola nave, con un pequeño campanario a la izquierda de la fachada. Observarás la fachada desde un patio rectangular, llamado su corrale, alrededor del cual se disponen los alojamientos de los novenanti, pequeñas casas de piedra de estructura sencilla pero encantadora. La fachada de una de ellas tiene una inscripción con el año de construcción: 1730. En este escenario, los fieles celebran a San Rafael el último domingo de octubre, mientras que la fiesta más sentida tiene lugar en mayo, cuando los muristenes abren durante nueve días, acogiendo a los peregrinos que acuden en señal de devoción a Santa Cristina. Según la tradición, estuvo cautiva y fue martirizada en una de las estructuras nurágicas cercanas, lo que dio lugar al culto y la peregrinación de los devotos.
La iglesia, de hecho, es la unión entre dos núcleos de importantes y célebres testimonios de la época nurágica, dando lugar a la sospecha de que los monjes camaldulenses de santa María de Bonarcado, que la construyeron entre los siglos XII y XIII, quisieron romper la atmósfera arcaica y pagana del sitio nurágico. El primer núcleo alberga la zona sagrada por excelencia, rodeada de olivos centenarios: es el templo del pozo mejor conservado de la Isla, construido con una precisión geométrica impresionante. Podrás admirar el vestíbulo, la escalera y la sala abovedada en tholos con anillos concéntricos. El agua eterna del pozo, en determinadas épocas del año, refleja la luz del sol y de la luna, creando encantadores juegos de luces. El templo está rodeado por un recinto sagrado, alrededor del cual hay restos de cabañas nurágicas, incluida la mayor, la cabaña ‘de las reuniones‘, con un asiento circular. El otro núcleo alberga un nuraghe de una sola torre que data del siglo XV a.C. - más antiguo que el pozo- y vestigios de una gran aldea.