Es sin duda el altiplano sardo más conocido, gracias a sus especies endémicas, en particular el caballito sardo. El poblamiento de la zona se remonta a un pasado remoto. En particular, se conservan una treintena de nuragas de época nurágica, que atestiguan la densa ocupación de la región a partir de la Edad del Bronce. Según el erudito Casalis, el origen del topónimo reside precisamente en el gran número de torres nurágicas. Al parecer, el emplazamiento actual de la aldea se pobló tras la destrucción por los vándalos (siglo VIII) de la ciudad romana de Valentia, mencionada por el geógrafo griego Ptolomeo y situada, según la continuidad toponímica, en el lugar de Alenza. Los yacimientos arqueológicos de esta zona son especialmente interesantes.
Entre ellos se encuentra el nuraga de Alenza, uno de los raros ejemplos de estructura de cinco torres, cuya construcción fue probablemente interrumpida. Otro nuraga que merece la pena visitar es Santu Millanu, con su torre central y su recinto de cuatro torres. A su alrededor se encuentran los restos del poblado nurágico, que también estuvo ocupado en época romana. Cerca de allí, en la Conchia di Coni, un templo con un pozo de gran belleza está formado por bloques de basalto de estructura isodómica imperfecta, dispuestos en hiladas regulares. El monumento incluye una escalinata precedida de un corredor y una cámara subterránea donde salía el manantial. Sólo quedan 5 filas de bloques salientes y el círculo de cimentación. Aquí se ha encontrado una estatuilla de bronce de una mujer orante con un largo vestido acampanado y una capa, conocida como la «Matriarca en oración». Cerca del pueblo, en Serra Ilixi, se encontraron por primera vez los característicos lingotes de cobre en forma de piel de buey, con inscripciones en alfabeto egeo, de forma típicamente cretense y chipriota, que atestiguan los estrechos contactos entre Cerdeña y el Mediterráneo oriental ya en el II milenio a.C. También son muy interesantes las ruinas de la ciudad de Valentia. Su nombre evoca los nombres augurales característicos de las fundaciones romanas del siglo II a.C., fecha también atestiguada por la arqueología. Ante todo, era un centro estratégico, y no es casualidad que esté situado en una meseta elevada, a casi 400 m de altitud. En el borde de la meseta, unos bloques de arenisca escuadrados sugieren la existencia de una muralla de unos 1.500 m de longitud. El acceso a la ciudad se realiza por el valle situado al noroeste, donde se encuentra el nuraghe de Valenza, y por el lado noreste de la meseta. La necrópolis, tanto de incineración como de enterramiento (en sarcófagos, tumbas artesonadas y «bâtière»), se sitúa en la ladera occidental.