En el fondo se alza desnudo e imperioso el Montalbo e inmediatamente detrás una escarpada colina. Un escenario austero y sugestivo acoge un lugar símbolo de espiritualidad, al que peregrinan creyentes de toda Cerdeña para asistir a una doble fiesta de raíces legendarias. Es el santuario de San Francisco, a poco menos de tres kilómetros de Lula: aquí, dos veces al año, el 1 de mayo y el 4 de octubre, se realiza un acto de devoción que figura entre los más característicos y sentidos de la Isla, descrito por Grazia Deledda en su novela ‘Elias Portolu’.
El origen de la celebración se remonta a una noticia de crónica, la acusación injusta de homicidio contra un bandolero del pueblo de Lula, que se ocultó para escapar de la condena y se vio obligado a esconderse en una cueva de las colinas de los alrededores. Una vez demostrada su inocencia, el bandolero construyó una iglesia en señal de agradecimiento. El edificio actual, sin embargo, es una remodelación de 1795 de una estructura anterior, probablemente del siglo XVI. En el interior de la sala hay una estatua de madera de San Francisco, de la escuela napolitana, del siglo XVII.
Desde el momento de su construcción, el santuario fue un lugar de culto y destino de peregrinación, no sólo para los habitantes de Lula, por lo que, para alojar a los peregrinos y participantes en la novena procedentes de todo Nuoro y del resto de la Isla, se construyeron, sobre todo en época moderna, las cumbessias, características casitas de piedra construidas alrededor del santuario, para proporcionar alojamiento y refrigerio a los fieles.
La atmósfera de misterio asociada al legendario bandolero, obligado a moverse con el favor de las tinieblas, tiene su eco en la procesión, que se repite dos veces al año. El camino parte en plena noche de la iglesia de la Soledad de Nuoro, unos treinta kilómetros hasta el santuario con llegada a la mañana siguiente. La peregrinación del 1 de mayo coincide con el inicio de la novena, que finaliza el día 10. Las protagonistas de ambas celebraciones, en mayo y a principios de octubre, son las tradiciones culinarias de Lula: se pueden degustar platos típicos ofrecidos a los fieles. Empezando por su filindeu, una pasta artesanal muy especial cocida en caldo de oveja y condimentada con queso. También su zurrette, de toda la Barbagie, una morcilla salada, de oveja o de cordero. Entre los ritos seculares dirigidos al santo se encuentra sa bertula (la alforja), un voto en el que se pide un intercambio, en un bolsillo de la alforja se coloca un niño enfermo y en el otro, ofrendas recogidas mendigando de casa en casa. Y además sa pesada: en una balanza se ofrece como rescate -con carne de cordero o ternera- el equivalente en peso del niño enfermo.
Una vez concluida la fiesta, llega el momento de dejar el santuario: el simulacro de San Francisco regresa a Nuoro, acompañado por los fieles a pie o a caballo. En s'Arbore, en las campiñas de Marreri, tiene lugar el encuentro con los peregrinos de la capital, ocasión para tomar un refrigerio al aire libre. Sigue en la tarde el traspaso de entrega del simulacro para emprender el último tramo hasta la capital, donde la procesión da tres vueltas alrededor de la iglesia del Rosario y se detiene en la casa del nuevo prior, que custodiará el estandarte hasta el mes de mayo siguiente.