La Costa Verde es un conjunto de grandes playas y arrecifes imponentes; altísimas dunas y desiertos de arena que se extienden a lo largo de más de un quilómetro y descienden hasta el mar, donde por la mañana es fácil ver el ciervo sardo. Al fondo, un paisaje verde de vegetación mediterránea creado por la fuerza del viento que dobla antiguos enebros hasta el suelo. Con el encanto de este lugar junto a su sencilla hospitalidad, quien elige la Costa Verde lo sabe y no llega aquí de casualidad. No le gusta la animación organizada, los complejos al lado del mar o las playas atestadas, sino un ambiente espontáneo y familiar en pequeños agroturismos y albergues familiares donde se disfruta de un trato familiar y auténtico propio de la Cerdeña.
En primavera, la Costa Verde también es un paraíso para los surfistas que aquí encuentran las mejores olas para surfear. En verano, la bonanza de esta época crea una atmósfera sugerente, largas jornadas en el mar y puestas de sol de película, de las mejores del Mediterráneo. Esta Costa es una zona aislada y sin contaminación, donde la tortuga Caretta Caretta deposita sus huevos en las playas de Piscinas y Scivu, el corazón de la Costa Verde.
Pero la Costa no solo es mar, silencio y naturaleza, sino el vivo testimonio del enorme esfuerzo de los mineros a través de los monumentos de la arqueología industrial.
De las minas al mar; a Porto Flavia llegaban los barcos que transportaban el carbón de las minas de Buggerru, Montevecchio e Ingurtosu. Hoy son minas y pueblos abandonados, palacios y túneles de los que solo quedan sus ruinas, contando historias de hombres y trabajo duro, a dos pasos del mar.