Sinis es un paraíso de la naturaleza en el que abundan los testimonios culturales. Aquí, un habitante arando en el terreno de Monte’e Prama descubrió los Gigantes: decenas y decenas de increíbles colosos de piedra de 3.000 años de antigüedad que hoy pueden verse en el museo de Cabras.
En el pequeño Sinis se concentran ecosistemas naturales que aún hoy se mantienen perfectamente intactos y hacen de este lugar un territorio único; se alternan los paisajes de agua marina y lagunas, dunas de arena y playas únicas como la de Is Aruttas; la arena brilla por sus granos formados de cuarzo transparente y con notas azules que reflejan el cielo y el mar. Sinis se muestra así, con playas amplias y silenciosas, junto a un cordón de dunas que las separa de salinas y estanques. El mayor cordón es el de Cabras rodeado de otros más pequeños. En estas lagunas los colores cambian del blanco de las playas al verde, violeta y rojo de las algas: el silencio se combina con los cormoranes, garzas reales, halcones, martines pescadores y flamencos rosas que aquí viven y se reproducen en grandes cantidades, una fiesta para los amantes de los pájaros y los que busquen montar a caballo entre lenguas de arena que separan el agua de los estanques.
Pequeños pueblos y aldeas aportan un carácter especial a Sinis; ante las playas hay un pueblo surrealista con casitas bajas al estilo del antiguo oeste con calles sin asfaltar que se animan durante las fiestas locales; alrededor de la iglesia de San Salvatore se celebran nueve días de bailes populares, asados de cerdo, la pasta muggini y fregola sarda hecha a mano con harina de sémola y cocinada a fuego lento con las pechinas locales. No olvidar la exquisita cecina de huevo de pechinas pescadas en Cabras y elaborado con las mismas técnicas de los Fenicios. Pero el símbolo de la fiesta es la carrera de los descalzos que evoca el rito de la carrera descalza con un simulacro del Santo que había que proteger de los invasores sarracenos para llevarlo del pueblecito de San Salvatore a Cabras.
El pueblo de San Giovanni de Sinis con sus antiguas casas de madera y junco que los locales habitaban en verano está en el extremo de la península. Entre estas humildes casas se encuentra la iglesia más antigua de Cerdeña; por el encanto que la rodea, la pequeña iglesia de San Giovanni parece rodeada de un aura de misterio, como en la ciudad púnica de Tharros, a pocos metros de aquí. Un consejo, no dejes de ver la puesta de sol.