Aguas transparentes bañan kilómetros y kilómetros de costa libre, paisajes de ensenadas, acantilados, calas y una infinidad de playas. A algunas se puede llegar dando un corto paseo, donde incluso en la celebración de mitad de agosto «Ferragosto» no te encontrarás codeándote con los vecinos de la sombrilla. Otras, sin embargo, las encontrarás enclavadas entre fantásticos acantilados, cerca de frescos pinares, suaves dunas de arena y oasis naturales habitados por flamencos rosas. Cada una habla su propio idioma: las hay preciosas y delicadas que parecerá una afrenta pisarlas, otras tan salvajes que sientes la emoción de ser el primero en visitarlas, a veces es su experiencia lo que prima sobre la belleza. Todos los días podrías cambiar de playa libre, quizá más de una en la misma jornada, pero toda una vida de vacaciones en Cerdeña no bastaría para saber lo grande que es su mar.