“Representa la cima de la arquitectura de los templos de las aguas. Sus proporciones son tan equilibradas (…), su composición geométrica tan estudiada (…), es tan racional (…), que cuesta creer (…) que sea una obra realizada aproximadamente el año 1000 a.C.”. Así describe el «padre» de la arqueología sarda Giovanni Lilliu el pozo del santuario de santa Cristina, el área nurágica sacra por excelencia, que se yergue en un altiplano basáltico, en el territorio de la cercana Paulilatino. El nombre deriva de la adyacente iglesia campestre de Santa Cristina, que se remonta al siglo XI, de la que queda parte del ábside y, alrededor, 36 muristenes, características casas para albergar a los peregrinos durante la celebración de las novenas, a mitad de mayo en honor de la santa y a finales de octubre la celebrada en honor del arcángel Rafael.
El sitio arqueológico surge a unas decenas de metros de asentamiento cristiano medieval, sumergido en el verde de los olivos centenarios. Se divide en dos núcleos: en el primero se encuentra un templo de pozo, que se remonta al último periodo de la edad de Bronce (siglo XII a.C.), abrazado por un recinto sagrado (themenos) en forma de «cerradura». Construido con piedras de basalto finamente elaboradas y con técnicas precisas, el templo es una joya con unas formas geométricas perfectas.
El vestíbulo presenta una escalera descendiente y cámara con cúpula en tolos, realizada con anillos concéntricos. La escalera tiene una sección trapezoidal con paredes que sobresalen de siete metros. Los 25 peldaños se estrechan poco a poco hasta la celda, cubiertos por arquitrabes ubicados de manera especular: el efecto es de escalera girada. Mientras se baja la escalinata hasta el fondo, se nota al tiempo inquietud y sugestión. El sitio recuerda los cultos de las aguas, que convocaban a las gentes nurágicas de toda la isla. El agua lleva a la cuba, excavada en la roca, desde una falda perenne: el nivel siempre es constante. Se puede presuponer que originalmente el templo estuviese cubierto y que la parte elevada fuese parecida a la del pozo sacro su Tempiesu de Orune.
Fuera del recinto están los restos del yacimiento nurágico. Destaca la «cabaña de las reuniones» redonda, con un diámetro de diez metros, pavimentada con cantos y dotada de asiento circular, y otra decena de ambientes, quizás alojamiento de maestros de culto y talleres del mercado que acompañaba las celebraciones solemnes religiosas. El santuario quizás era también un lugar de observación astronómica: por ello el escenario merece, con cautela, una visita cuando la luna llena ilumina las aguas del pozo. Diversos objetos, como bronces medio orientales de comienzos del I milenio a.C., fíbulas de bronce (siglo IX a.C.) y joyas de oro fenicias, encontrados en las excavaciones, son testigos de la prolongada vitalidad de culto y comercial.
A 200 metros de distancia, recorrido por un sendero, se encuentra el segundo núcleo que incluye el nuraghe Santa Cristina, mucho más antiguo que el pozo sacro, que se remonta a la etapa media de la edad de Bronce (XV a.C.). Es una sola torre con una forma sencilla y circular, con una altura (actualmente) de seis metros y un ancho de 13. Presenta un breve pasillo que introduce en la cámara principal cubierta por una vuelta intacta, en la que se abren tres celdas suplementarias. Alrededor, los restos de una amplia aldea primero nurágica y después de varias épocas, cerrada por un recinto. Emergen tres cabañas de forma alargada (de época histórica).
El templo de pozo de santa Cristina es el ejemplo más admirable y refinado de técnica de construcción de culto de la edad nurágica, así como la máxima expresión arquitectónica prehistórica de Paulilatino. El municipio, situado a unos treinta kilómetros de Oristano, es célebre justamente por los testimonios antiguos: domus de Janas, dólmenes, menhires y hasta 110 sitios nurágicos. Deben visitarse también las tumbas de Gigantes de Goronna: una de estas tiene una longitud de 25 metros, una de las más grandes de la isla. A pocos kilómetros, en el territorio de Abbasanta, surge otro símbolo de la edad nurágica, el nuraghe Losa.