Hacia 1300, una flota turca (o sarracena) sitió Posada intentando conquistarla por agotamiento y hambre. Para engañar a los sitiadores, los habitantes del pueblo fortificado, ya exhaustos e incapaces de resistir la batalla, hicieron comer a una paloma un puñado de habas, lo que quedaba de sus alimentos. Antes de soltarla en el aire, la hirieron. El pájaro cayó en el campamento enemigo con el estómago lleno: se notó la extraña hinchazón y también la abundante comida, lo que hizo que los árabes sobrestimaran los recursos del castillo: en ese momento desistieron del asedio. Esta es la leyenda de la que deriva el nombre del Castillo de Fava, fortaleza construida por los Jueces de Gallura en el siglo XIII. El cuento legendario no se aleja mucho de la realidad: a partir del siglo XIV Posada fue 'víctima' de incursiones de piratas sarracenos, que lo vieron desde el mar como un tesoro y a menudo lo saquearon. No es casualidad que el pueblo medieval, incluido en el club de los pueblos más bonitos de Italia, sea un "laberinto" de callejuelas estrechas y plazas escondidas: la propia arquitectura recuerda emboscadas, asaltos y huidas.