La antigua ciudad romana de Turris Libisonis, en la desembocadura del río Mannu, en el centro del golfo de Asinara, es el antepasado del actual Porto Torres, hoy, como entonces, un puerto marítimo clave en el noroeste de Cerdeña. Desde tiempos prehistóricos, la zona, entre la actual estación de ferrocarril y el curso del río, fue un lugar privilegiado de habitación y puerto fluvial: primero hubo nuraghi, luego centros urbanos. Colonia romana desde el siglo I a.C., fue la única de las posesiones, entre la República y el Imperio, habitada por ciudadanos romanos: llevaba el nombre de Iulia, vinculada a las figuras de César y Octavio.
Bajo la larga dominación romana, la ciudad experimentó diversas renovaciones urbanas: construcción de la red viaria, tres termas, acueductos y puesta en marcha del puerto que mantenía relaciones comerciales con Ostia. La colonia, a finales del siglo II y III d.C., sólo era superada por Caralis en cuanto a habitantes, magnificencia y tráfico marítimo. Te sorprenderá la perfección arquitectónica y el poder evocador de la domus de Orfeo y las Termas Palotinas y las termas centrales, en una zona conocida como el Palacio del Rey Barbaro, que conservan amplias salas con baños y refinados mosaicos. Entre el III y el IV d.C., la actividad constructora se intensificó: podrás apreciar el desarrollo, junto con los restos de decoraciones de mármol, bajorrelieves y estatuas. En la zona arqueológica se encuentran restos de viviendas agrupadas en bloques y tabernae (tiendas). Los edificios están bordeados por calles pavimentadas y están parcialmente incorporados y visibles en el Antiquarium Turritano, un museo ubicado en un edificio de la zona, no lejos de las termas, donde se conservan objetos y piezas hallados en las excavaciones: cerámicas, urnas funerarias, inscripciones y mosaicos.
Alrededor de la ciudad antigua se conservan extensas necrópolis: al oeste, en una orilla del río Mannu, al sur, bajo el actual centro urbano, y al este, en el paseo marítimo, entre las que destacan el hipogeo de Tanca Borgona, los complejos funerarios de Scogliolungo y San Gavino a mare, y las tumbas de Balai. Las sepulturas abarcan desde la primera edad imperial hasta la época paleocristiana. En la actualidad, el río está dominado por un puente romano casi intacto de siete elegantes arcos, una excepcional obra de ingeniería.