"isla de las vetas de plata", como la llamaban los antiguos pueblos y comerciantes. Lo sentimos al observarla y al caminar sobre ella: es una tierra antigua que ha aprisionado los materiales más preciosos a lo largo de eras geológicas. Así, el destino quiso que, hasta finales del siglo XX, se excavaran cientos de pozos y túneles, un duro trabajo realizado por miles de mineros sardos en entornos lúgubres y frágiles, sacrificando su salud y la propia vida. La gran epopeya minera no dejó prosperidad económica, sino un inmenso patrimonio de arqueología industrial enclavado en los paisajes más insólitos de Cerdeña. Las minas, antaño rebosantes de actividad frenética dentro y fuera de los túneles, son ahora depositarias de las lágrimas derramadas en la oscuridad por generaciones de trabajadores, algunos de los cuales se han convertido en privilegiados guías turísticos para dar a conocer el profundo significado de unos lugares de trabajo sufrientes y encantadores al mismo tiempo. Acantilados, dunas de arena, cavidades kársticas, bosques salvajes y el azul del mar son el telón de fondo de ocho zonas mineras que, en conjunto, forman el parque geominero de Cerdeña, una excelencia en la red mundial de geositios de la Unesco por sus extraordinarias instalaciones industriales y el encanto intemporal de los paisajes de los que forman parte las minas abandonadas.