Los nuraghi sólo se encuentran en Cerdeña, y hay miles de ellos. Los habitantes, sin embargo, en relación con el territorio de la Isla, son muy pocos, de pocas palabras y con un raro sentido de la hospitalidad. Hablan diversas variedades de su propia lengua, tienen costumbres y tradiciones con profundas raíces en sus culturas atávicas y originales. Y luego está la belleza de los lugares, que llega al alma. Todo esto bastaba para intrigar a los viajeros europeos del siglo XIX, pioneros curiosos de mundos inexplorados y sedientos de nuevas experiencias. Salieron para descubrir y recorrieron la Isla con el único medio disponible en ese entonces, el tren de vapor. Y escribieron: en sus notas de viaje encontrarás lugares, encuentros, emociones, idénticos a los que, a paso lento, experimentarás, por las mismas rutas de los precursores del turismo responsable.
Sube a bordo de los vagones del Trencito Verde, verás fluir por las ventanillas la esencia primordial de Sarcidano,Ogliastra, Gallura y Planargia, paisajes inviolados, cristalizados en el tiempo. No te desanimes si tu estancia no coincide con el programa de excursiones del "trencito" (de mayo a finales de año), el viaje en el tiempo también puede hacerse en coche, moto, bicicleta y a pie. Deja atrás el mar, entra en la Isla, y encontrarás una acogida a la vez cálida y discreta, y la sabrosa cocina de los pastores, asados a la perfección y quesos exaltados en culurgiones y seadas. Olerás la fragancia del carasau recién horneado, del cannonau y del vermentino, y de los licores caseros elaborados con bayas de mirto recogidas en los bosques.
Conocerás a la población local, que vive de forma espontánea la profunda conexión con el espíritu de su Madre Tierra, custodios de los lugares y las artes transmitidos de generación en generación. La auténtica tradición, a la vez ancestral y sagrada, se respira en los talleres de los maestros artesanos de cuchillos y máscaras de madera; o de hábiles bordadoras de tejidos en telar, "a mano", con hilos de lana de oveja curtida y teñida naturalmente; o en los talleres de orfebrería, donde encontrarás joyas de filigrana magistralmente cinceladas, broches, alianzas y pendientes con gotas de coral, fieles a los originales que llevaban los "antiguos" o reinterpretados con una nueva sensibilidad artística.
Visita los pequeños pueblos durante las celebraciones de fiestas y festivales, paganos y religiosos, presencia las conmovedoras procesiones y salvajes juegos ecuestres, improvisados concursos de poesía y desafíos de juegos atávicos; participa en danzas étnicas, que aún se bailan a coro en las plazas, y en rituales que se pierden en la noche de los tiempos mientras llevan disfraces y máscaras. En estas ocasiones especiales, verás coloridos trajes de antaño, que difieren de un país a otro, y escucharás los sonidos ancestrales y ritmos de coros de tenores y launeddas, que tanto impresionaron a los primeros viajeros-literatos. Todos ellos son legados de mundos arcaicos, aún vivos, gracias a la tenacidad de quienes habitan estas zonas de Cerdeña.