La "puerta" más accesible a los escarpados relieves del Supramonte, famosos por intrincados senderos antaño sólo conocidos por pastores y carboneros, hoy rutas de senderismo que conducen a tesoros naturales y arqueológicos. El valle de Lanaitto está enclavado en un paisaje encantador en los territorios de Oliena y Dorgali, entre imponentes crestas calizas que han generado dolinas, cañones, puntas de roca y grutas. Sería un paisaje lunar si no estuviera cubierto por bosques frondosos de mil tonalidades de verde: encinas, terebintos, arces, olivos y enebros seculares abrazan caminos sin pavimentar y tortuosos. El silencio sólo lo rompe el susurro de las hojas. Entre monumentos naturales, sitios prehistóricos y pinnettos -refugios de pastores que se han convertido en refugios de senderistas- es fácil avistar muflones o divisar águilas en vuelo. Trae tu calzado de senderismo, mochila, cantimplora y no olvides tu smartphone y prismáticos.
Partiendo de Oliena, tras cruzar el puente sobre el lago Cedrino, el manantial su Gologone es la primera parada espectacular de la excursión a Lanaitto, justo antes de la entrada al valle: aguas cristalinas brotan de una profunda grieta. Alrededor de la sombra de eucaliptos, adelfas y sauces acompañarás los picnics y el relax. Después, bajarás a pie a una cuenca verde custodiada por paredes conocidas por los escaladores: delante tuyo, el telón de fondo calcáreo del monte Corrasi; detrás, las columnas basálticas de la meseta del Gollei, "catedral gótica" creada por la naturaleza. Un sendero arbolado conduce a las entradas de las grutas sa Oche y su Bentu, interconectadas y entre las más largas de Europa, paraísos para los espeleólogos. En su interior, los fenómenos kársticos han creado túneles kilométricos, salones de hasta cien metros de altura decorados con estalactitas y estalagmitas, lagos subterráneos y playas de arena. Sa Oche significa "la voz", de hecho, un rugido retumba en su interior cuando, durante las fuertes lluvias, las corrientes de agua escapan inundando el valle. El mismo torrente subterráneo impetuoso ha excavado su Bentu (el viento), varias veces "teatro" de cursos de supervivencia para astronautas. En Lanaitto, las grutas dan testimonio de los primeros homo sapiens de la Isla. En la gruta Corbeddu, un poco más al sur de las otras dos, se han encontrado huesos humanos datados entre hace trece y siete mil años, así como animales extinguidos. La cavidad fue el escondite secreto del caballero bandido Giovanni Corbeddu Salis durante su época de fugitivo (1880-1898). Se dice que "el rey de la maleza" robaba a los ricos para repartirlo entre los necesitados y había establecido en la gruta un "tribunal" donde los sospechosos sólo se juzgaban con pruebas ciertas de culpabilidad. Saliendo de la gruta, llegarás a la aldea tardo-nurágica sa Sedda 'e sos Carros. Sus cabañas rodean un pozo sagrado de rocas de basalto oscuro y piedra caliza clara, único en el Mediterráneo. De nueve cabezas de muflón talladas en la piedra brotaba agua que se acumulaba en una pila circular escalonada, quizá funcional para liturgias. La última etapa del recorrido por el valle es el monte Tiscali, en cuya cima se esconde un poblado nurágico, formado por cabañas circulares de la Edad de Bronce y rectangulares que podrían haber sido adaptadas en época romana. Desde Oliena, pueblo famoso por su artesanía, el aceite de oliva y el vino Nepente, otros itinerarios sugestivos llegan a la cima del Monte Maccione, a Scala Pradu, una "terraza" con vista a las cumbres de Corrasi, y su Campu de Orgoi, una meseta enclavada en la montaña, desde donde la vista se extiende hasta el Supramonte de Orgosolo, Urzulei y Baunei.